jueves, 14 de febrero de 2013

Heaven is a playground



De vez en cuando suelto la tipica entrada que cuando la lea dos años más tarde me arrepentiré, y diré: "Puff, y yo pensaba que escribía TAN bien entonces...". Esta, no me cabe duda, es una de ellas, y la decoraré con alguna foto guay para que parezca menos insulsa, deprimente, y sobre todo, irremediablemente in-arreglable, que es en lo que precisamente parece que se ha convertido mi vida en los últimos meses.

He pasado los dos últimos días con fiebre en la cama. He perdido dos días de trabajo y he estado medio día en un hospital haciendome pruebas, y tosiendo hasta llorar. Y ahora, último día de mi "baja", a las 19:20, empiezo a pensar en lo poco que me quedaba de descanso, en lo fascinante que me resultaba delirar de vez en cuando, en lo divertido que era que mi hermano me dijese que había estado gritando en sueños. Mi incapacidad para vivir el día a día es preocupante, lo cual hace que me escude en los recuerdos, en que romantice cada momento que he vivido en el pasado y que, en su momento, no fue ni de lejos tan emocionante ni perfecto como recuerdo ahora.

Durante estos últimos seis meses mi vida ha cambiado radicalmente, tanto personal como profesionalmente. Pero yo he fracasado a la hora de adaptarme a este nuevo ritmo, y esto ha desembocado en que todo se ha ido desmoronando poco a poco, y cuando antes pensaba que todo sería facilísimo porque hasta ahora lo había sido, ahora todo es un camino cuesta arriba en una bici sin marchas, y lo peor es que todo ha sido por mi culpa.

Y, ha sido mi culpa, porque me he dejado doblegar por las circunstancias, y cuando antes creía que era especial, y me veía por encima de cualquier trabajo, de cualquier bache y de cualquier cosa que se me pusiera por delante, ahora siento que hay una sombra gigante que se interpone: mi miedo. Porque, como leí en un tweet de Donald Trump hoy (mejor no preguntar por qué le sigo en twitter): "Es importante pensar en positivo. Un pensamiento negativo matará tu perspectiva y acabará con cualquier posibilidad de tener éxito".
Y lo peor, por supuesto, es que yo soy consciente de todo esto, y mi mayor temor es que esta perspectiva tan inusual en mi, se convierta en algo más que algo pasajero, y esa estúpida sombra me acompañe siempre, y no me deje apreciar las cosas nuevas que estoy haciendo, la cantidad de conciertos a los que estoy yendo, y el par de personas increíbles que he conocido en esta nueva etapa.

Pero claro, una cosa es la teoría, y otra...

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Future days



"I'm a member of the "why bother" generation myself. But why did I bother to come out here tonight, and why did you? I mean, It's time. It's begins with us, not with politicians, the experts or the teachers but with us. With you and with me. The ones who need it most"

Pump up the volume (1990)


Ayer me tocó ponerme al día con mi amigo/exnovio bueno después de muchísimos meses. Cuando nos tocó hablar de música me dijo: ¿es que vas a estar escuchando lo mismo siempre?
Aun sabiendo que asi funciona la especie de espiral infinita en la que vivo. Han cambiado muchísimo las circunstancias de mi vida en muy poco tiempo, pero sigo estancada en una forma de pensar y de vivir que parece invariable desde que tenía diecisiete o dieciocho años.

Recuerdo ver, precisamente con mi ex bueno, Pump up the Volume, típica película de los noventa sobre adolescentes cabreados con el mundo cuya vida es un infierno por culpa del instituto.
Eventualmente, he visto esta película unas cuantas veces durante los años, aun reconociendo que conforme más la veo más plana me parece. Pero me da igual, la banda sonora es envidiable (Richard Hell and the Voidods, una versión de Bad Brains de Kick out the Jams, algo de Leonard Cohen, the Descendents...) y no sólo me recuerda a la Annie van Annie del instituto, sino a la Annie van Annie de ahora. Lo cual es francamente preocupante.

Mi primer día de universidad fue horroroso. Entraba en una carrera que ni siquiera me gustaba (Derecho), no me apetecía nada acercarme a mis compañeros y sobre todo, sabía que estaba eligiendo una opción incorrecta y me daba igual. Había que hacer algo y ya está. En una de mis carpetas de ese año encontré una nota escrita por mí que decía: "acabar la carrera para vivir en Estados Unidos, ir a muchísimos conciertos y comprar un BMW". Entonces tenía dieciocho años.
Mi primer año en general fue un desastre, aprobé una asignatura en junio y luego todas en septiembre, ya que no hay nada como el poder sugestivo y coercitivo de los padres para apretar las tuercas de un hijo perdido en el camino, pero eso sí: leí y vi más peliculas que nunca.

En el fondo no me importaba nada estar haciendo una carrera que detestaba, porque sabía que me metiera en lo que me metiera (incluso en periodismo, mi primera y única preferencia), no me iba a gustar, asi que prefiero pensar que fue un designio divino el culpable de que acabara siendo un medio para irme a Madrid y alli conocer a dos de las personas más especiales de mi vida: mi incondicional amigo Toño y Alfie, por supuesto. Así que me ponía mi camiseta super mainstream del plátano de la Velvet Underground y escuchaba el recopilatorio de los Nuggets para ir a clase de Derecho Constitucional, con las mínimas ganas necesarias para mantenerme sentada durante un par de horas, y así pasó el tiempo.


Seis años después, acabé la carrera. Mi novio de entonces se había convertido en el ex bueno, y Alfie en el novio irremplazable. Después de seis meses de descanso en Tenerife, reencuentro con viejos amigos, familia y una ruptura temporal devastadora, vuelvo a Madrid para incorporarme, con un poco de ayuda, a mi primer trabajo, que es lo que estaba deseando nada más acabar la carrera.

Y vienen entonces los momentos de duda. Para qué hago esto, para qué me mudo a Madrid, mi temor extremo a asumir responsabilidades se hacía cada vez más patente, no quiero irme de casa y dejar a mis padres y mi hermano, qué miedo vivir sola... Y en el fondo, un miedo terrible a convertirme en una de esas personas que visten bien y su vida es el trabajo, a dejar de ponerme mi ya roída camiseta del plátano de la Velvet, a verme obligada a hacer nuevos amigos opuestos a mi, y a que mi novio irremplazable cambiara radicalmente su forma de ser e hiciera nuevos amigos y se diera cuenta de que soy la misma Annie que piensa, escucha y ve lo mismo que hace siete años, y dejara de resultarle interesante o atractiva porque no avanzo. Y porque mi meta sigue siendo "ganar dinero para vivir en Estados Unidos, ir a muchísimos conciertos y comprarme un BMW". Y hacer todas esas cosas con él, claro.

Asi que sí, ex bueno. En siete años ha dado un vuelco mi vida, pero sigo viendo Pump up the Volume de vez en cuando, y escuchando los Nuggets antes de ir a trabajar. Y sé de lo manido que está este discurso, es más: me recuerda a lo que escribía cuando era joven y decía: mi vida es la música, y siempre lo será, y la vida es una mierda blablabla... Y he ahi la clave de mi preocupación: mi falta de madurez, mi incapacidad para adaptarme a una forma de vida nueva, y sobre todo, mi anticipación a todos los posibles futuros que se me podrían presentar (por supuesto, todo es negro y aleatorio).


Pero bueno, es así, muchos años de escuchar mensajes como "I'm not like everybody else" me han convertido en una adolescente eterna.

sábado, 30 de junio de 2012

Freewheelin'


You're the reason I'm travelling on
But don't think twice, it's all right





Interpretar los significados de las canciones no es lo mío. Cuando escuchaba I'm Straight de los Modern Lovers, tardé tiempo en darme cuenta de que no se referían a que el tío que se quedaba con la chica (Hippie Johnny) era gay, sino a que tomaba drogas - y Jonathan Richman, por supuesto, no. A mi me parecía raro que la canción fuera sobre esto, pero en fin, ¿qué me iba a sorprender de Jonathan Richman?
He negado hasta la saciedad que Lucy in the Sky with Diamonds tuviera algo que ver con el LSD, he hecho mix tapes a personas a quien nunca tendré oportunidad de dárselas, he intentado buscar milímetro a milímetro el nexo que va de entre los Beatles y los 13th Floor Elevators (con mapas de Estados Unidos y de Inglaterra de por medio, de verdad) - en definitiva: he intentado encontrar conexiones de todo tipo, asi como basar todas mis relaciones en la música, con una mística exhaustiva y religiosa (con las limitaciones de una persona desorganizada y desconcentrada), no sé aun con qué razón, pero supongo que porque es una de las pocas cosas que verdaderamente, verdaderamente me interesan. Ahora debo añadir una limitación a mis capacidades: el haber tomado un par de cervezas en medio de un plan de salir abortado por un motivo que cada vez se repite más frecuentemente: mi desmotivación.

En fin, interpretar las canciones. Don't think twice, it's all right. Es mi carta blanca para cualquier cosa: cuando estaba en el colegio y escuchaba a Bob Dylan non stop, era una de las canciones de mi lista de "indiferencia", que era mi pose preferida por esos tiempos. Podía pensar: "oh, qué identificada me siento!" porque "You just kind of wasted my precious time", "it ain't no use on..." y por supuesto, no lo pienses dos veces, me importa una mierda, da igual. Y me metía a la hora de la siesta a escuchar el Freewheelin' y pensaba: joder, qué feliz soy de ser tan infeliz y no necesitar a alguien. Adolescencia...

Años después, Don't think twice se convierte en lo que es: una canción de ruptura. De escuchar en el coche y llorar, llorar y llorar a las ocho de la mañana en un parking público cualquiera - de escucharla dos o tres veces más, y a la cuarta sentirte feliz de ser tan infeliz (es el poder de la canción) y pensar en la razón que tenía al decir que "I gave her my heart but she wanted my soul", autoengañarte durante cinco minutos y pensar que, bueno, si a Bob Dylan le da igual, a ti también.

En el fondo soy consciente de que se refiere a una relación que no funciona porque la otra parte es incapaz de dar lo suficiente para mantenerla. "It ain't no use on turnin' on your light, babe". Babe no enciende la luz porque no quiere, y así no funcionan las cosas para el pobre Bob Dylan.
Pero...



I wish there was something you would do or say
To try and make me change my mind and stay


viernes, 1 de junio de 2012

Love Comes in Spurts

Rupturas. Ni la canción más desgarradora y triste de desamor es capaz de reflejar la cantidad de sentimientos tan intensos que se sufren durante estos momentos. Por supuesto que palian el dolor - o todo lo contrario, quizá lo intensifican -. Y más cuando es de las peores rupturas: cuando no hay una razón clara de por medio, sino infinitud de pequeños errores en su mayoría causados por el egoísmo y un excesivo apego al futuro, el ansia inexplicable de crear unas expectativas que en su mayoría se ven frustradas por las propias circunstancias.

Las rupturas llevan su proceso, un proceso de aceptación y de luto, y es mandatorio empezar por echar mano a las canciones más tristes de la biblioteca. Mi top 5 (a la High Fidelity) sería algo así:


Reigning Sound - Funny Thing
Bruce Springsteen - Backstreet
The Remains - But I ain't got you
Ricky Nelson - Lonesome Town
Bob Dylan - Don't think twice, it's all right


A no ser que intentes hacerte el valiente y poner el The Wild, The Innocent and the E Street Shuffle de Bruce Springsteen, disco inevitablemente unido por siempre a mi segunda (y espero, última) ruptura seria. Is the price you pay!
El mero ritual de pensar en las canciones que van a formar la lista ya es una distracción de categoría que hace más llevadero el proceso, que a estas alturas, si eres optimista y, por qué no decirlo, un poco frívolo, como yo, habrá disminuido considerablemente.

Love won't leave you a song. En la anterior entrada hablaba de sentirme identificada con canciones, o con películas, como un método para distraerme o empatizar con alguien. Lo cierto es que, a la hora de la verdad, por mal que lo pase Jim Carrey al principio de Olvídate de Mi cuando le deja su novia, y por mal que lo pasemos durante la película, en cuanto esta acaba, siento que, todo el poder terapéutico que creía que estaba ejerciendo sobre mí el sentirme identificada con esa situación, se difumina hasta acabar definitivamente, dejándome una sensación de vacío mayor que la que tenía antes, cuando no había corazones rotos, engaños o promesas incumplidas a mi alrededor. El luto de la ruptura. Por muchas veces que te digan que no es la peor cosa que te puede pasar, o que podía haber sido peor, no hay relación más especial, o ruptura más dura que la tuya propia (en algunos casos, claro).

El día después del suceso, teniendo que conducir cuarenta kilómetros a las siete y media de la mañana, sin haber dormido nada y con la cabeza a punto de explotar, miraba la autopista del norte como si no la hubiera visto nunca antes, aunque todo estaba igual que siempre: la inamovible y característica niebla espesa de Los Rodeos cubría el aeropuerto, y todo el mundo seguía adelante en sus coches, yendo a sus trabajos, a la universidad. Y yo les miraba desde mi coche pensando: "qué felices. Su mayor preocupación es que es lunes y tienen que ir a trabajar". Yo no, yo lidiaba con una ruptura inexplicable, de la cual me creía cien por cien culpable aunque no tuviera ni la menor idea de por qué había pasado todo.

Confiaba en Bruce Springsteen para que hiciera mi trabajo. Por caprichos del destino tenía puesto el disco que mencionaba antes. Recuerdo que al oir las trompetas que abren la primera canción del E Street Shuffle pensé: "Esto se me va a pasar enseguida. Soy fuerte. Es una fase. Dentro de un mes iré a su concierto en Las Palmas, y otro mes después en Madrid". Abrí el techo de mi coche, me pinté los labios, abrí todas las ventanas, encendí un cigarro y me eché a la carretera.
Y, me di cuenta de que no había Rosalita que me pudiera animar en un momento como ese. Quería ser fuerte, alemana, autosuficiente. Y segun pasaban las canciones, pasaban los kilómetros, y era cada vez más consciente de que no había conseguido mi objetivo. Que todo lo que había jurado una y otra vez que no me iba a pasar, que la personalidad que me había construido en torno a la estricta, concienzuda y fría Katharine Hepburn en Historias de Philadelphia, o la de El Extranjero de Camus (tal y como me describía mi primer novio), estaba poco a poco cayendo a pedazos. Que nunca me había parado a pensar en lo que significaba Don't think twice, it's all right cuando la cantaba imitando jocosamente la voz de Bob Dylan en todo tipo de eventos. Hasta ahora.

miércoles, 4 de abril de 2012

Here, There and Everywhere

Hace poco encontré un diario en el que, con 18 años recién cumplidos, relataba mis primeras experiencias con mi primer novio de verdad. El 20 de mayo de 2006 era la viva imagen de la indiferencia, estado que en quince días pasó del "¿Yo enamorada? Ni de coña!" al autoengaño más profundo y descarado, vease referencias tipo: "El amor no existe, yo sólo quiero a mis amigos, y sólo podría querer a Mark E. Smith". El hecho de haber dibujado una familia de ovejas en los márgenes no otorgaba ningun tipo de credibilidad a mi categórica afirmación.

Por otro lado, hay otro tipo de emociones que en ningun momento he tratado de contenerme: nunca me ha costado decir con la boca llena, y quizá con un excesivo dramatismo cuasi-teatral, que me emociono sobremanera escuchando tal o cual canción. O en reconocer públicamente que he llorado varias veces viendo Olvidate de Mi y Dos en la Carretera o que ver la primera escena de la Soledad del Corredor de Fondo aun me da tantos escalofríos que tengo que pararla y volverla a repetir constantemente. El hecho de ser un tercero ajeno, un espectador alejado del embrollo, de alguna manera me otorgaba algun poder, o una especie de coraza que implicaba que cuando pasaran los tres minutos y medio de una canción, o los noventa minutos de una película, todo habría acabado. Se disiparía rápidamente, y todo quedaría como un recuerdo del todo alejado a mi. Como si los creadores de la pelicula o de la canción fueran robots que inventan el magnetismo que produce un abrazo, o el hecho de que el corazón se ponga a cien cuando ves a alguien que te gusta, o los ojos con forma de corazones parpadeantes.

Precisamente fue durante la primera relación que nombraba al principio, tan autodestructiva como instructiva, cuando me di cuenta de que, parafraseando a The Pop Group, la Anna que estaba "más alla del bien y del mal", era capaz de caer en una de las más vulgares debilidades del ser humano: el ser capaz de enamorarme (que no es lo mismo que sentirme atraida por alguien, un punto debil imposible de sobrellevar en mi pasado y en mi presente), e incluso, de sufrir por amor. Fue durante un traumático "Tú a Madrid y yo a Barcelona", que implicaba que, mi victi.. novio y yo durante un año nos veríamos como mucho un fin de semana al mes.
Recuerdo volver del aeropuerto, encerrarme en mi habitación, y como si nada hubiera cambiado, puse la minicadena y me tiré en la cama. Estaba puesto el Revolver de los Beatles, que llevaba sonando toda la semana. Miraba al techo mientras las canciones pasaban en el orden que esperaba, que sabía. Taxman, Eleanor Rigby, y como siempre, me salté la tediosa y psicotrópica Love you To.

Y entonces sonó Here, There and Everywhere. Y todas las normas que me había autoimpuesto con una rígida autodisciplina derivada de mis raíces germanas, que tenían como base que "por amor no se sufre", cayeron en picado cuando me puse a llorar como nunca lo había hecho, repasando los últimos cinco días juntos, autocastigándome por haber perdido tanto el tiempo durmiendo o comiendo o escuchando el maldito revolver en vez de estar con él. Dando todo por perdido, haciendo gala de un dramatismo inusual a la par que vergonzoso.
Y de repente me sentí exactamente igual de histérica que Jim Carrey al principio de Olvidate de Mi. Tan desolada como Audrey Hepburn en Dos en la Carretera. Ahora era parte activa en todas esas canciones de desamor y tristeza que me había inyectado durante tantos años, sin darme cuenta de que este era el veneno que estaba haciéndole perder a mi ego una guerra fantasma consigo mismo. Tal como diría el sabio Rob, el de Alta Fidelidad.

Indudablemente, ese fue mi punto de inflexión. Ya me sentía parte de ese engranaje del que sin ser consciente ya había visitado hacía mucho tiempo.



Y entonces, ¿qué pasó?

Pues que tras el Here, there and Everywhere vino "you have to keep in mind love is here today and it's gone, tomorrow it's here and gone so fast" (Here Today, Beach Boys). Y después todo desembocó en "she doesn't need him" (Cry for No One, The Beatles). Y que, esta vez, no estaba dispuesta a que todo acabara así, y que no quería volver a subirme en ese rollercoaster nunca más.