miércoles, 4 de abril de 2012

Here, There and Everywhere

Hace poco encontré un diario en el que, con 18 años recién cumplidos, relataba mis primeras experiencias con mi primer novio de verdad. El 20 de mayo de 2006 era la viva imagen de la indiferencia, estado que en quince días pasó del "¿Yo enamorada? Ni de coña!" al autoengaño más profundo y descarado, vease referencias tipo: "El amor no existe, yo sólo quiero a mis amigos, y sólo podría querer a Mark E. Smith". El hecho de haber dibujado una familia de ovejas en los márgenes no otorgaba ningun tipo de credibilidad a mi categórica afirmación.

Por otro lado, hay otro tipo de emociones que en ningun momento he tratado de contenerme: nunca me ha costado decir con la boca llena, y quizá con un excesivo dramatismo cuasi-teatral, que me emociono sobremanera escuchando tal o cual canción. O en reconocer públicamente que he llorado varias veces viendo Olvidate de Mi y Dos en la Carretera o que ver la primera escena de la Soledad del Corredor de Fondo aun me da tantos escalofríos que tengo que pararla y volverla a repetir constantemente. El hecho de ser un tercero ajeno, un espectador alejado del embrollo, de alguna manera me otorgaba algun poder, o una especie de coraza que implicaba que cuando pasaran los tres minutos y medio de una canción, o los noventa minutos de una película, todo habría acabado. Se disiparía rápidamente, y todo quedaría como un recuerdo del todo alejado a mi. Como si los creadores de la pelicula o de la canción fueran robots que inventan el magnetismo que produce un abrazo, o el hecho de que el corazón se ponga a cien cuando ves a alguien que te gusta, o los ojos con forma de corazones parpadeantes.

Precisamente fue durante la primera relación que nombraba al principio, tan autodestructiva como instructiva, cuando me di cuenta de que, parafraseando a The Pop Group, la Anna que estaba "más alla del bien y del mal", era capaz de caer en una de las más vulgares debilidades del ser humano: el ser capaz de enamorarme (que no es lo mismo que sentirme atraida por alguien, un punto debil imposible de sobrellevar en mi pasado y en mi presente), e incluso, de sufrir por amor. Fue durante un traumático "Tú a Madrid y yo a Barcelona", que implicaba que, mi victi.. novio y yo durante un año nos veríamos como mucho un fin de semana al mes.
Recuerdo volver del aeropuerto, encerrarme en mi habitación, y como si nada hubiera cambiado, puse la minicadena y me tiré en la cama. Estaba puesto el Revolver de los Beatles, que llevaba sonando toda la semana. Miraba al techo mientras las canciones pasaban en el orden que esperaba, que sabía. Taxman, Eleanor Rigby, y como siempre, me salté la tediosa y psicotrópica Love you To.

Y entonces sonó Here, There and Everywhere. Y todas las normas que me había autoimpuesto con una rígida autodisciplina derivada de mis raíces germanas, que tenían como base que "por amor no se sufre", cayeron en picado cuando me puse a llorar como nunca lo había hecho, repasando los últimos cinco días juntos, autocastigándome por haber perdido tanto el tiempo durmiendo o comiendo o escuchando el maldito revolver en vez de estar con él. Dando todo por perdido, haciendo gala de un dramatismo inusual a la par que vergonzoso.
Y de repente me sentí exactamente igual de histérica que Jim Carrey al principio de Olvidate de Mi. Tan desolada como Audrey Hepburn en Dos en la Carretera. Ahora era parte activa en todas esas canciones de desamor y tristeza que me había inyectado durante tantos años, sin darme cuenta de que este era el veneno que estaba haciéndole perder a mi ego una guerra fantasma consigo mismo. Tal como diría el sabio Rob, el de Alta Fidelidad.

Indudablemente, ese fue mi punto de inflexión. Ya me sentía parte de ese engranaje del que sin ser consciente ya había visitado hacía mucho tiempo.



Y entonces, ¿qué pasó?

Pues que tras el Here, there and Everywhere vino "you have to keep in mind love is here today and it's gone, tomorrow it's here and gone so fast" (Here Today, Beach Boys). Y después todo desembocó en "she doesn't need him" (Cry for No One, The Beatles). Y que, esta vez, no estaba dispuesta a que todo acabara así, y que no quería volver a subirme en ese rollercoaster nunca más.

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